Mientras que los titulares de las noticias sobre la radicalización de ISIS han girado a menudo en torno al pequeño número de Reclutas estadounidenses y europeos que se unieron a las filas del grupo yihadista la llamativa incidencia de combatientes procedentes del norte de África no ha recibido la misma atención: Túnez, de hecho, lleva el título indeseable de la mayoría de los reclutas per cápita de ISIS fuera a Irak y Siria. Con el telón de fondo de la corrupción generalizada y los conflictos económicos de la era posterior a Ben Ali, los miembros del ISIS aprovecharon la relativa apertura de la sociedad tunecina para difundir su mensaje sin apenas resistencia, ofreciendo una vía de escape de las condiciones socioeconómicas que hacían la vida tan difícil a muchos tunecinos. Casi una década después, Túnez sigue trabajando para repatriar, procesar y/o reintegrar a antiguos combatientes del ISIS y a sus familias. Dados los riesgos reales de aceptar a estos individuos de vuelta en la sociedad, debe explorarse un análisis cuidadoso e intencionado de los retos potenciales para su reintegración, especialmente para aquellos que no son procesados por actividades terroristas pero que aún así estuvieron expuestos a la ideología extremista.
Independientemente de los retos a los que se enfrenta Túnez para reintegrar a los antiguos combatientes -y a veces a sus cónyuges e hijos-, debe seguir repatriando a los ciudadanos tunecinos capturados en el Levante y en otros lugares: muchos antiguos miembros del ISIS ahora viven hacinados en prisiones o campamentos de tiendas de campaña que no sólo suponen un peligro para la salud pública, sino que también pueden ser un caldo de cultivo de ideologías extremistas. En este empeño, las autoridades tunecinas deben abordar en primer lugar la impopularidad de repatriar a antiguos reclutas del Estado Islámico antes de que pueda llevarse a cabo una labor seria de reintegración. El estigma es un obstáculo importante para la reintegración, y es comprensible que la idea de que los antiguos miembros son «personas engañadas que necesitan ayuda» caiga en saco roto.
Aunque probablemente no exista una panacea única para la estigmatización, el gobierno tunecino puede tomar medidas para mejorar los resultados del proceso de reintegración y, en última instancia, prevenir la reincidencia. Esta labor debe realizarse en colaboración con organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación que trabajen para cambiar las normas sociales en torno a los ex combatientes y sus familias. Aunque la sociedad civil y las organizaciones de medios de comunicación pueden abordar el estigma promoviendo la reconciliación y fomentando actitudes más comprensivas hacia los antiguos miembros del ISIS, el gobierno está dotado de las herramientas específicas necesarias para introducir mejoras estructurales en sus vidas. Dos de las oportunidades de intervención más apremiantes, especialmente en el contexto de la estigmatización, son el empleo y la salud mental.
A los empresarios no les entusiasma contratar a un antiguo miembro de un grupo extremista (o «formadores», para abreviar), por lo que la estabilidad financiera puede ser increíblemente difícil de conseguir para los formadores. El gobierno tiene aquí la oportunidad de emplear al recién reinsertado y garantizarle los recursos económicos necesarios para vivir con dignidad y sentido de la autonomía. Este empleo reduciría la probabilidad de reincidencia gracias a la independencia financiera Esto puede servir como recordatorio diario a la comunidad de que la persona en cuestión es ahora un miembro productivo de la sociedad. Estos empleos podrían incluir trabajar en un depósito de transporte público o en un puesto municipal que requiera interacción cara a cara. Los primeros pueden sentir que tienen un papel productivo que desempeñar en la comunidad y, al mismo tiempo, demostrar a la comunidad que ya no son una amenaza potencial para su seguridad.
Además, la salud mental de los formadores debe considerarse tan seriamente como su salud física. Es probable que estos reclutas hayan estado expuestos a un estrés extremo durante su estancia en una zona de conflicto y deben disponer de recursos adecuados para atender su salud mental, así como cualquier problema de salud mental que surja durante el proceso de reintegración. Las evaluaciones periódicas de su salud mental son primordiales para determinar su probabilidad de reintegración, que debe supervisarse a lo largo de todo el proceso. Centrarse en la salud mental no sólo será necesario para abordar el efecto del trauma, sino que servirá como salvaguardia fundamental para garantizar la seguridad de la comunidad y unos bajos índices de reincidencia.
Dado que el ciudadano medio de Túnez (y de todo el mundo) tiene un acceso limitado a la atención física y menos aún a la mental, asignar recursos adicionales a los antiguos miembros del ISIS puede no figurar entre las prioridades del gobierno. Sin embargo, las necesidades de los formadores deben ser prioritarias para los beneficios sociales derivados de tal decisión política, especialmente dados los riesgos de reincidencia entre los formadores sin una reinserción integral. La reintegración de los formadores es un proceso complicado y a menudo costoso, por lo que deben considerarse medidas concretas para mejorar el índice de éxito de estos programas, no sólo por razones económicas, sino también como parte de la responsabilidad del gobierno de volver a dar derechos a los ciudadanos que han dejado atrás.
Debido al elevado número de reclutas del ISIS que aún necesitan ser repatriados, Túnez se enfrenta a una oportunidad única para diseñar un sólido sistema de reintegración para aquellos que no sean acusados de actividades terroristas. Este programa debe abogar por la reintegración financiera y psicológica de los antiguos miembros del ISIS mediante empleo garantizado y asesoramiento en salud mental y otros servicios. El camino que queda por recorrer requerirá una cuidadosa formulación de políticas para que todos los miembros de la comunidad sientan que se tienen en cuenta sus voces y para que se creen instituciones gubernamentales y civiles fuertes que impidan la reincidencia e incluso eviten la radicalización desde el principio.