Casi tres años después del inicio de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia y más de una década después de la anexión de Crimea, el mundo ha llegado a esperar la desinformación rusa sobre Ucrania. Sin embargo, las campañas de injerencia exterior de Rusia en Europa son más amplias de lo que muchos creen. Las campañas, que abarcan mucho más que Ucrania, tienen como objetivo aumentar el apoyo a los partidos políticos de extrema derecha en Europa. Sólo en 2024, el gobierno ruso ha llevado a cabo importantes injerencias electorales en Moldavia, entre otros países. Los grupos rusos de influencia maligna llevan años operando en Moldavia, intentando desestabilizar su democracia y asegurarse de que los dirigentes moldavos sigan más alineados con Rusia que con Occidente. En el pasado, los métodos de Rusia han incluido el entrenamiento de grupos antigubernamentales y su incitación a participar en protestas para pedir la dimisión del presidente prooccidental Maia Sandu. También se cree que el gobierno ruso es responsable de un grupo de cuentas falsas de Facebook creadas este año -y posteriormente retiradas de la plataforma- con el objetivo de conseguir apoyo para los partidos políticos prorrusos entre la población moldava de habla rusa. El 20 de octubre, Moldavia celebró unas elecciones decisivas que incluían la reelección del presidente Sandu y un referéndum largamente esperado en el que los ciudadanos podían votar a favor o en contra de la adhesión a la Unión Europea. Durante el relativamente corto periodo de independencia de Moldavia desde la caída de la Unión Soviética, ha conseguido mantener una democracia relativamente libre y activa, con varios partidos compitiendo por los votos en elecciones libres y justas. Este año, sin embargo, Rusia ha pasado de incitar a los disturbios civiles a interferir directa y abiertamente en unas elecciones nacionales. Los funcionarios moldavos sabían desde hacía meses de actividades financieras ilícitas financiadas por Rusia, incluidas injerencias tan descaradas como el depósito de «enormes sumas» de dinero en cuentas bancarias de ciudadanos moldavos corrientes en un intento de comprar votos. Moldavia rastreó estos pagos y, aunque el gobierno no pudo detenerlos, intentó darlos a conocer para llamar la atención sobre ellos. Los funcionarios moldavos también han trabajado para combatir la influencia del oligarca ruso Ilan Shor, condenado anteriormente por fraude en Moldavia y que ha financiado campañas masivas de desinformación en Moldavia en nombre de Rusia. Con la ayuda de Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN, Moldavia ha dedicado importantes recursos a contrarrestar la desinformación y las injerencias rusas que precedieron a sus elecciones. Las elecciones acabaron con el referéndum sobre la UE aprobado por los pelos, con un 50,4% de los votos, y las elecciones presidenciales fueron a una segunda vuelta el 3 de noviembre, que dio la victoria al actual presidente Sandu. Encuestas anteriores indicaban que los ciudadanos apoyarían con más fuerza tanto a la presidenta prooccidental como su camino hacia la ciudadanía de la UE para Moldavia, por lo que los resultados de las elecciones probablemente reflejen el impacto de los intentos de injerencia rusa. En última instancia, ambos resultados reflejan la elección de los moldavos de Europa frente a Rusia, incluso frente a la desinformación destinada a convencerles de lo contrario. La posición de Moldavia entre Occidente y Rusia la convierte en un objetivo privilegiado de las campañas de desinformación rusas.
La naturaleza de los ataques rusos contra la democracia de Moldavia proporciona una idea de cómo Rusia puede intentar interferir en otras elecciones occidentales, incluso dentro de la Unión Europea y Estados Unidos. La capacidad de Moldavia para superar esos ataques constituye un ejemplo de éxito frente a la influencia maligna rusa, pero la cercanía de los resultados electorales probablemente sólo anime al Kremlin a continuar.