Las Naciones Unidas han designado el 20 de junio Día del Refugiado, un momento para fomentar la empatía y reconocer la resistencia de los refugiados en todo el mundo. El lema de este año, «Esperanza lejos de casa», pone de relieve la acuciante necesidad de esperanza, a pesar de que la situación actual de los refugiados dista mucho de ser optimista.
Según Naciones Unidas, actualmente hay más de 100 millones de refugiados y desplazados en todo el mundo. Estas asombrosas cifras reflejan el devastador impacto de conflictos y catástrofes en regiones como Ucrania, Afganistán, Siria, Sudán, Yemen, Somalia, Myanmar y Venezuela.
Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, hizo hincapié en la urgencia de ofrecer esperanza, oportunidades y soluciones a los refugiados, independientemente de su ubicación o circunstancias. Sin embargo, los refugiados y desplazados siguen enfrentándose a luchas cotidianas, sobre todo en los países occidentales que deberían defender los derechos humanos y la dignidad. En cambio, a menudo se encuentran con una creciente hostilidad.
Los políticos explotan el término «refugiado» para incitar al miedo, llevando al público a asociarlo con delincuencia, pobreza e inseguridad. Mientras tanto, los refugiados y desplazados sufren un trato desigual e injusto, al tiempo que siguen lidiando con los traumas que les obligaron a huir de sus hogares.
Una defensora siria apoyada por el McCain Institute, que logró reubicar a su familia en un lugar seguro, expresó su convicción de que «el mundo alberga animadversión hacia los refugiados, excluyendo a los europeos rubios». Por desgracia, este sentimiento resuena entre muchos refugiados. Algunas organizaciones internacionales de derechos humanos han señalado también el doble rasero que se aplica a los refugiados de Oriente Medio y África, señalando que países antes hostiles a los refugiados han mostrado su apoyo a los ucranianos.
La notable solidaridad mostrada con los refugiados ucranianos debería extenderse también a otros. La guerra de Ucrania debería recordarnos a todos que nuestras vidas pueden dar un vuelco en un instante. Es crucial reconocer que los refugiados no están en nuestros países para robar puestos de trabajo, sino para buscar la supervivencia y garantizar un futuro seguro para sus familias. Un refugiado, que desea permanecer en el anonimato, afirma acertadamente: «Las cosas que nos unen son mucho mayores que las que nos diferencian. Si nuestra nueva comunidad nos diera la oportunidad de conocernos, estoy seguro de que llegaría a la misma conclusión. No somos meras estadísticas; somos individuos que nos esforzamos por cuidar de nuestros hijos y asegurarles un futuro mejor.»
Berivan Orucoglu es actualmente responsable del programa de defensores de los derechos humanos en el McCain Institute. En este puesto, trabaja con el director senior de los Programas de Democracia para proporcionar ayuda de transición a los activistas de derechos humanos obligados a huir de su entorno por amenazas, permitiéndoles así seguir comprometidos en la lucha por los derechos humanos.