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Analizar el auge de las organizaciones regionales estratégicas

Bomi Akarakiri fue becaria junior de los Programas de Liderazgo del Instituto McCain. Las instituciones de Bretton Woods -el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial- se crearon en 1944 para potenciar la integración mundial. Al año siguiente, se fundó la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se convirtió en la mayor Organización Gubernamental Internacional (OIG). Aunque estas instituciones han contribuido a modernizar y estabilizar el mundo, se critica que fomentan la superioridad occidental debido al desequilibrio de poder. El poder de voto en el FMI se basa en la contribución financiera de un país. Por lo tanto, países como Estados Unidos, que tiene un poder de voto de más del 17%, ejercen una mayor influencia sobre los países más pequeños porque sus contribuciones financieras les otorgan poderes favorables como la capacidad de veto. Asimismo, en lo que respecta al Banco Mundial, cuanto mayor es el capital social del país, mayor es la cuota de votos. Por último, en la ONU, el Consejo de Seguridad (CSNU) está formado por cinco miembros permanentes (EEUU, Reino Unido, Francia, China y Rusia) y 10 miembros no permanentes que cambian cada dos años. Los P5 ostentan el mayor poder dentro de la ONU porque son los que toman las decisiones centrales y tienen poder de veto. A pesar de ello, las organizaciones que antes ocupaban un lugar secundario en las instituciones de Bretton Woods y la ONU están adquiriendo mayor relevancia en los debates sobre cooperación, seguridad y comercio. La posible expansión de organizaciones como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Unión Europea (UE) y los BRICS lleva a preguntarse por qué el mundo está asistiendo a un aumento de las organizaciones regionales. Tal vez factores como la guerra, el ascenso de Estados no occidentales y el desarrollo de las economías de los países hayan incrementado los debates sobre la necesidad de reformar las instituciones tradicionales o desarrollar alternativas. La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia desencadenó debates sobre la expansión de la OTAN y la UE. El FMI ha aprobado una tercera revisión del programa de préstamos de Ucrania por valor de 15.600 millones de dólares, y la ONU ha desplegado más de 1.400 personas para prestar ayuda a la población afectada por la guerra. Sin embargo, el hecho de que Ucrania no sea un miembro poderoso dentro de estas organizaciones sigue suscitando preocupación por la necesidad de reforzar la seguridad, especialmente en la región de los Balcanes. La anexión de Crimea en 2014 fue un gran acto de agresión contra Ucrania, y debería haber desencadenado una respuesta de seguridad por parte de los dirigentes. Pero Rusia, al ser miembro del P5, pudo vetar la resolución de la ONU que condenaba el acto. Aunque hubo conversaciones para que Ucrania se uniera a la UE en 2013 mediante un acuerdo de asociación, la intimidación de Rusia hizo que el ex presidente ucraniano Víktor Yanukóvich abandonara la asociación, lo que podría decirse que es una decisión que Ucrania está pagando ahora. La invasión a gran escala ha puesto de relieve la necesidad de protección en Europa, pues se teme que la guerra se extienda hacia el oeste. Por eso, ciudadanos de países fronterizos con Rusia, como Estonia, Letonia y Lituania, ya se están presentando voluntarios para servir en el ejército como forma de preparación. Ahora se están celebrando debates más serios sobre la adhesión de Ucrania no sólo a la OTAN, sino también a la UE, ya que las alianzas militares y de seguridad proporcionan a Ucrania más mano de obra y recursos para combatir los ataques rusos y contener la ambición rusa. La adhesión a la UE y/o a la OTAN significa que Rusia no podría hacer valer su poder como lo hizo como miembro permanente del CSNU, lo que pone de relieve una ventaja de las instituciones regionales sobre las OIG tradicionales. Además de la guerra, el ascenso de los Estados no occidentales y el desarrollo de las economías de los países sugieren una creciente solidaridad para un cambio en el orden mundial, de modo que los Estados emergentes puedan tener más representación. En un reciente debate con la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, la ministra sudafricana de Relaciones Internacionales y Cooperación, Naledi Pandor, declaró que una de las principales prioridades de Sudáfrica es la reforma de las Naciones Unidas, donde los países africanos y de Asia Oriental son miembros permanentes. Además, Pandor defendió el establecimiento de reformas posteriores a la Segunda Guerra Mundial en las instituciones de Bretton Woods, en las que los Estados emergentes tuvieran más voz en las instituciones financieras internacionales de desarrollo. Debido a los poderes de veto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y al hecho de que Estados Unidos recibe el mayor poder de voto en el FMI debido a sus contribuciones financieras, estas reformas parecen poco probables. Quizá por eso, en lugar de librar una batalla perdida dentro de las organizaciones de Bretton Woods, potencias como Sudáfrica están desviando su atención hacia organizaciones como los BRICS, donde pueden aprovechar su influencia. Los Estados no occidentales, como China y Rusia, también están desviando su atención de las instituciones tradicionales porque pueden utilizar instituciones alternativas como los BRICS para cimentar su poder, invertir en la multipolaridad (frente al dominio occidental) y reimaginar el orden mundial. Con la ampliación del BRICS para incluir a Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), los miembros representarán el 42% de la población mundial y el 36% del PIB mundial, una fuerza a tener en cuenta en contraste con el actual orden mundial internacional. Entonces, ¿dónde deja esto a Occidente? Por un lado, Occidente podría optar por ignorar los llamamientos a la reforma y seguir utilizando su poder en las instituciones tradicionales como palanca contra otros países. Sin embargo, al hacer esto, persisten los riesgos de las organizaciones alternativas, y los estados no occidentales como China y Rusia podrían cambiar el orden mundial para que funcione a su favor. Otra posibilidad es que Occidente invierta en la multipolaridad y demuestre su capacidad para evolucionar desde el pasado y ejercer una mayor influencia sobre los Estados emergentes, pero para ello tendrá que renunciar en cierta medida a su poder. A medida que los Estados se fortalezcan, podría decirse que a Occidente le interesa más escuchar los gritos de reforma para no arriesgarse a perder la diversificación de sus alianzas. Lo que cada vez está más claro es que el mundo ha cambiado respecto a lo que era cuando se crearon las instituciones de Bretton Woods. Así pues, ¿no tendría también sentido que las instituciones evolucionaran con el mundo?

DISCLAIMER: McCain Institute is a nonpartisan organization that is part of Arizona State University. The views expressed in this blog are solely those of the author and do not represent an opinion of the McCain Institute.

Author
Bomi Akarakiri
Publish Date
agosto 3, 2024
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