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Cambios Populistas: Cómo Turquía, Serbia y la AfD alemana están redefiniendo la democracia y las alianzas internacionales

Dael Dervishi es un Líder Global McCain de Albania y ex director ejecutivo de la Agencia Nacional de Recursos Naturales de Albania. El mundo está experimentando una profunda transformación, impulsada por el auge del populismo, la erosión de las alianzas tradicionales y la omnipresente influencia de las redes sociales.
A medida que los líderes populistas ganan prominencia en todo el mundo, se ponen en tela de juicio los fundamentos mismos de la democracia, lo que conduce a una mayor polarización, inestabilidad y una creciente sensación de incertidumbre sobre el futuro de la gobernanza democrática. El auge del populismo: Un fenómeno global El populismo, antes considerado un movimiento político marginal, se ha convertido ahora en una fuerza dominante en muchos países.
Líderes como Recep Tayyip Erdoğan en Turquía, Aleksandar Vučić en Serbia y la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) en Europa, han aprovechado el poder de la retórica populista para conseguir y mantener el poder.
Estos líderes comparten una estrategia común: se presentan como la voz del «pueblo» contra una élite corrupta, utilizando un lenguaje divisivo para avivar el miedo, la ira y el resentimiento.
En Turquía, Erdoğan ha empleado magistralmente el populismo para consolidar el poder, mezclando nacionalismo, conservadurismo religioso y sentimiento antioccidental para atraer a su base.
Las tendencias cada vez más autoritarias de su gobierno, como la supresión de la independencia judicial y la libertad de prensa, son emblemáticas de los riesgos que el populismo plantea a las instituciones democráticas.
Recientemente, la petición formal de Erdoğan para que Turquía se uniera al grupo BRICS -una coalición de mercados emergentes que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- señala un importante alejamiento de las alianzas occidentales tradicionales.
Este movimiento subraya el deseo estratégico de Turquía de diversificar sus relaciones internacionales y estrechar lazos con potencias no occidentales, reflejando una tendencia más amplia entre los líderes populistas a desafiar el orden global posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Del mismo modo, en Serbia, Vučić se ha balanceado entre alinearse con la Unión Europea y mantener fuertes lazos con Rusia, utilizando una retórica populista para navegar por el complejo panorama político.
La compra de aviones Rafale por Serbia bajo la presidencia de Aleksandar Vučić ilustra de forma convincente el complejo equilibrio entre la retórica populista y la política pragmática.
Por un lado, Vučić ha mantenido los vínculos tradicionales de Serbia con Rusia, aprovechando las conexiones históricas y culturales para apelar a los sentimientos nacionalistas dentro del país.
Por otro lado, su decisión de comprar aviones Rafale a Francia -miembro de la UE y de la OTAN- pone de relieve un movimiento estratégico para reforzar los lazos con las potencias occidentales, especialmente en el contexto de las aspiraciones a largo plazo de Serbia de ingresar en la Unión Europea.
Esta compra puede considerarse un intento calculado de Vučić de navegar por la posición geopolítica de Serbia.
Al adquirir equipo militar avanzado de una destacada nación occidental, Vučić señala su voluntad de comprometerse con Occidente y modernizar las capacidades de defensa de Serbia de acuerdo con las normas europeas.
Es probable que esta medida pretenda reforzar la posición de Serbia ante los Estados miembros de la UE, al tiempo que permite a Vučić mantener su retórica populista en el ámbito nacional, enmarcando el acuerdo como un paso necesario para proteger la soberanía y la seguridad de Serbia en una región cada vez más inestable.
El acuerdo Rafale también sirve de contrapeso a los estrechos vínculos de Serbia con Rusia. Aunque Vučić sigue afirmando que Serbia no impondrá sanciones a Rusia -una postura que atrae a las facciones prorrusas y nacionalistas de Serbia-, su compromiso con Francia a través de este importante acuerdo armamentístico demuestra un enfoque pragmático de las relaciones internacionales.
Refleja una estrategia más amplia de mantener a Serbia abierta a múltiples alianzas, evitando así depender excesivamente de una sola potencia.
El atractivo del populismo no se limita a una sola región o ideología.
En Alemania, la victoria de la AfD en Turingia y Sajonia señala un cambio significativo en la política europea.
La AfD, caracterizada por su postura contraria a la inmigración y su escepticismo respecto a la integración europea, ha capitalizado el creciente descontento con el establishment político, sobre todo en regiones que formaban parte de la antigua Alemania Oriental.
Este éxito es especialmente relevante debido a la singular dinámica histórica, económica y cultural de estas zonas.
Tras la reunificación de Alemania en 1990, los antiguos estados de Alemania Oriental experimentaron importantes retos económicos, como tasas de desempleo más elevadas, un desarrollo económico más lento y una sensación general de haberse quedado atrás en comparación con las regiones occidentales más prósperas del país.
Estas disparidades han contribuido a un sentimiento de desilusión y frustración entre la población de estas zonas, convirtiéndolas en terreno fértil para partidos populistas y de extrema derecha como la AfD.
La postura antiinmigración del partido, su escepticismo hacia la integración europea y su énfasis en la soberanía nacional resuenan con fuerza en estas regiones, donde existe la percepción de que los beneficios de la globalización y la reunificación no se han repartido por igual.
Esta sensación de ser ignorados o marginados por el gobierno central y los partidos políticos tradicionales ha llevado a muchos votantes de la antigua Alemania Oriental a apoyar a la AfD como forma de protesta contra el establishment político.
El éxito de la AfD refleja una tendencia más amplia de los partidos populistas que ganan terreno en toda Europa, alimentada por las desigualdades económicas, las ansiedades culturales y una desconexión percibida entre los ciudadanos y sus gobiernos. La erosión de las normas democráticas El auge del populismo supone una amenaza directa para las normas e instituciones democráticas.
Los líderes populistas suelen socavar los controles y equilibrios esenciales para la democracia, concentrando el poder en el poder ejecutivo y debilitando la independencia del poder judicial y de la prensa.
Al hacerlo, erosionan el Estado de derecho y crean entornos en los que se reprime la disidencia y se margina a los oponentes políticos.
Estas acciones les ayudan a solidificar y mantener su autoridad.
Al socavar estos controles y equilibrios, pueden eludir las restricciones legales, impulsar políticas controvertidas y mantener un férreo control del poder.
Esta estrategia contribuye a mantener su discurso de lucha por el «pueblo» contra una élite corrupta, al tiempo que margina la disidencia y erosiona las normas democráticas, lo que conduce a un estilo de gobierno más autoritario La Turquía de Erdogan ejemplifica esta tendencia.
Al centralizar el poder y recortar las libertades, Erdogan ha creado un sistema político cada vez más autoritario, socavando las instituciones democráticas que antes servían de control de su autoridad.
Este modelo no es exclusivo de Turquía; pueden observarse pautas similares en otros gobiernos dirigidos por populistas, donde el retroceso democrático se ha convertido en una preocupación importante. En Europa, el auge del populismo está desafiando la cohesión de la Unión Europea y amenazando la estabilidad del continente.
El éxito de la AfD en Turingia y Sajonia es un duro recordatorio de la fragilidad de la democracia, sobre todo en regiones con una historia de autoritarismo.
A medida que los partidos populistas ganan influencia, alteran el orden político tradicional, dificultando cada vez más que los gobiernos aborden los complejos retos del mundo moderno. El papel de los medios sociales: Un arma de doble filo Las redes sociales han desempeñado un papel crucial en el auge del populismo, proporcionando una plataforma a los líderes populistas para difundir su mensaje y conectar con sus seguidores.
Estas plataformas permiten a los líderes eludir los medios de comunicación tradicionales y comunicarse directamente con su público, a menudo utilizando un lenguaje cargado de emotividad para galvanizar a su base.
Los algoritmos que rigen las plataformas de medios sociales están diseñados para maximizar la participación, lo que a menudo significa amplificar el contenido que suscita fuertes reacciones emocionales, como la ira, el miedo y la indignación.
La investigación ha demostrado que los líderes populistas son especialmente hábiles en el uso de las redes sociales para manipular las emociones públicas.
Al elaborar mensajes que aprovechan las quejas y ansiedades existentes, pueden crear una sensación de urgencia y movilizar a los simpatizantes a la acción.
Esta estrategia no sólo les ayuda a hacerse con el poder, sino que también mantiene su influencia una vez en el poder, ya que siguen atizando la división y el resentimiento para mantener su base.
Sin embargo, el uso de las redes sociales por los líderes populistas también plantea riesgos significativos para la democracia.
La difusión de desinformación, la proliferación de cámaras de eco y la erosión de la confianza en los medios de comunicación tradicionales contribuyen al debilitamiento de las normas democráticas.
A medida que los ciudadanos se polarizan, disminuye la capacidad de entablar un diálogo constructivo y encontrar puntos en común, lo que conduce a un panorama político más fracturado e inestable. Las causas profundas del atractivo populista El auge del populismo se debe a varios factores subyacentes.
La desigualdad económica, la inseguridad laboral y la erosión de la clase media han alimentado un descontento generalizado.
La globalización y los avances tecnológicos, aunque beneficiosos para muchos, han hecho que una parte significativa de la población se sienta marginada y desconectada de los beneficios de una economía globalizada.
Los líderes populistas aprovechan este descontento prometiendo restaurar la prosperidad perdida mediante políticas proteccionistas o nacionalistas.
Las ansiedades culturales, sobre todo en torno a cuestiones como la inmigración y la identidad nacional, también han contribuido al auge populista.
A medida que las sociedades se diversifican, el temor a la dilución cultural y a la pérdida de valores tradicionales ha impulsado a los votantes hacia líderes que prometen proteger a la nación de influencias externas.
Esta retórica suele resonar profundamente en regiones con fuertes identidades históricas y un sentimiento de patrimonio cultural amenazado.
Por ejemplo, en la antigua Alemania Oriental, la AfD ha aprovechado las persistentes disparidades económicas y las ansiedades culturales derivadas de la reunificación de Alemania.
Muchos residentes sienten que su identidad propia de Alemania Oriental se está viendo eclipsada por la más próspera y políticamente dominante Alemania Occidental, lo que les produce un sentimiento de alienación. Del mismo modo, en Serbia, Aleksandar Vučić utiliza la retórica nacionalista para apelar a quienes sienten que los lazos históricos y culturales de Serbia con Rusia están amenazados por las influencias occidentales.
En Turquía, el presidente Erdoğan recurre a los temores profundamente arraigados a la injerencia occidental y a la pérdida de la identidad cultural islámica para recabar apoyos a sus políticas autoritarias, sobre todo cuando intenta alinear a Turquía con potencias no occidentales como el grupo BRICS.
Por último, la erosión de la confianza en las instituciones políticas tradicionales ha creado un terreno fértil para los movimientos populistas.
Los escándalos, la corrupción y las ineficiencias percibidas han provocado un escepticismo generalizado sobre la capacidad de los partidos establecidos para atender las necesidades de los ciudadanos de a pie.
Los líderes populistas, que se presentan como personas ajenas e impolutas por el sistema, ofrecen una alternativa convincente al statu quo, aunque sus soluciones sean simplistas o poco realistas. El mundo cambiante y el futuro de la democracia El mundo se encuentra en una encrucijada.
El auge del populismo, la erosión de las normas democráticas y la omnipresente influencia de las redes sociales están remodelando el panorama político mundial.
A medida que los líderes populistas siguen ganando poder, el futuro de la democracia pende de un hilo.
El reto para las sociedades democráticas es resistirse al atractivo del populismo y reafirmar los valores de inclusión, cooperación y respeto del Estado de derecho.
Los líderes populistas suelen admirar y apoyar la política del Kremlin por varias razones que coinciden con sus propias estrategias políticas e ideologías.
En primer lugar, el énfasis del Kremlin en un liderazgo fuerte y centralizado resuena entre los populistas que favorecen la concentración de poder en manos de un único líder.
El modelo de gobierno de Vladimir Putin, que da prioridad al control estatal de instituciones clave como los medios de comunicación, el poder judicial y las fuerzas de seguridad, es un modelo para los populistas que pretenden eludir los controles y equilibrios democráticos.
En segundo lugar, la retórica nacionalista del Kremlin y la defensa de los valores tradicionales atraen a los líderes populistas, que a menudo se posicionan como defensores de la soberanía nacional y la identidad cultural frente a las fuerzas globalistas y liberales.
La promoción de Putin de políticas sociales conservadoras, su oposición al liberalismo occidental y su énfasis en el cristianismo ortodoxo coinciden con las posturas culturales e ideológicas de muchos movimientos populistas en Europa y fuera de ella.
Además, la política exterior del Kremlin, en particular su oposición al dominio occidental y a la expansión de la OTAN, resulta atractiva para los populistas escépticos ante las instituciones internacionales y los acuerdos multilaterales.
Al alinearse con Moscú, estos líderes pueden señalar su resistencia a lo que perciben como hegemonía occidental e injerencia en sus asuntos internos.
Esta alineación también les permite presentarse como parte de un movimiento global más amplio que desafía el orden internacional existente.
Además, el apoyo del Kremlin puede proporcionar a los líderes populistas beneficios prácticos, como ayuda económica, apoyo mediático o respaldo político.
Esto se puso de manifiesto en casos como el presunto apoyo ruso a partidos de extrema derecha en Europa, que incluía ayuda financiera y esfuerzos propagandísticos destinados a impulsar sus perspectivas electorales.
Las democracias deben abordar las causas profundas del descontento populista, como la desigualdad económica y la ansiedad cultural, al tiempo que defienden los principios que han sido durante mucho tiempo la base de las sociedades libres y abiertas. En un mundo cada vez más interconectado, el futuro de la democracia depende de la capacidad de sus defensores para adaptarse a los nuevos retos y forjar un camino hacia adelante que sea inclusivo y resistente.

DISCLAIMER: McCain Institute is a nonpartisan organization that is part of Arizona State University. The views expressed in this blog are solely those of the author and do not represent an opinion of the McCain Institute.

Author
Dael Dervishi, Líder Global McCain, Albania
Publish Date
septiembre 12, 2024
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